Ayer nos encontramos a un buzo de barba blanca llamado Michael, que nos habló que todavía esos corales estaban vivos.
Pensar que vivimos eso ahora, disfrutar de la naturaleza que nos queda viva. Ahora vivimos también donde los desarrollos desmedidos se llevan la naturaleza por el medio para montar sus estructuras de lujo, estructuras trofeo sobre lo pristino y natural; asi robándole toda la dignidad a los espacios que nos quedan que no estén también bajo el asecho de calentamiento climático.
Por eso y mucho más tenemos que llegar de Santurce a Aguadilla, por eso llegar por el mar, por las aguas, para abrir espacio en la tierra.
El espíritu en el espacio, de los que llegaron allí de una manera u otra, era de absoluta solidaridad. Cuando me acerqué a la orilla, par de personas tomaron mi kayak y me ayudaron a entrarlo sin problema—lo mismo a la salida. El hombre con la bandera sobre la base de la torre me gritaba “gracias por venir”…y yo le grité “gracias a ti por subirte allí”. También habia un hombre con un paddle y su niña, en una completa estampa de que significa hacer esto para futuras generaciones.
Realmente navegar esas costas es algo extraordinariamente sublime, el agua claro turquesa , por suerte con la corriente y el viento bastante benevolente. Quiero volver ahora a ver los corales por debajo del agua, quiero seguir mi enamoramiento con la vida de este maravilloso planeta. Y me sumo a todas las causas del mundo que quieran ver estas aguas llenas de vida, que quieran ver la Reserva Pelícanos volver a los 300 en número y no los solamante treinta-y-pico pelícanos que ahora quedan sobre la Cueva las Golondrinas; una cueva que ahora ve sus estalactitas secas porque no le llega el agua por la construcción de arriba.
Por eso, ¡Por las Aguas! Por eso tenemos que juntar corrientes. Por eso ahora nos toca marcar todos los santuarios, para ir declarando uno a uno, el derecho de la naturaleza a existir. Al llegar de la kayakada tuve tiempo de parar y dialogar con una hermosa Ceiba, todavía la siento. Ahora y siempre hablamos agua y ceiba, defendemos la naturaleza como si fuera nuestra propia vida, porque lo es.
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